- Señora Andrade, tenemos a su marido, el licenciado Andrade
- ¿Cómo? ¿Qué ustedes qué? ¿De qué me están hablando?
- Así como oyó, tenemos a su marido y si lo quiere de vuelta, queremos 50.000 dólares.
- Ustedes están locos ¿Esto es una broma o qué?
- No señora, no es ninguna broma y más vale que se ubique, si usted quiere volver a ver a su marido. Queremos 50.000.
- Pero ¿de dónde voy a sacar yo 50.000 dólares?
- Eso es problema suyo, consígalos porque suponemos que usted quiere al señor Andrade. Si no lo quiere, nos avisa y cerramos esto de una vez.
- No, esperen.
- Bueno entonces apúrese y no llame a la policía. La volveremos a llamar en 12 horas.
La señora Andrade entró en desesperación, no sabía qué hacer. Lo primero que se le ocurrió fue llamar a su hijo y contarle.
- Roberto, he recibido una llamada terrible, me dicen que tu padre está secuestrado.
- Mamá pero no puede ser. ¿Cómo fué?
- Hijo me acaban de llamar ¿Qué podemos hacer?
- ¿Trataste de llamar a papá?
- No.
- Bueno eso es lo primero para ver si realmente está secuestrado o es un truco, un secuestro virtual. Voy para allá de inmediato.
La señora Carmela Andrade intentó llamar al teléfono de su marido, pero éste aparecía desconectado. Lo intentó repetidas veces, siempre con el mismo resultado. Entonces empezó a creer que la pesadilla era real. A los pocos minutos llegó Roberto y le dijo:
- Roberto, estoy tratando de llamar a tu padre y el teléfono está apagado.
- Entonces es posible que sea cierto, tenemos que avisar a la policía.
- No hijo, me dijeron que no debíamos avisar a la policía.
- Madre siempre lo dicen, pero los únicos que nos pueden ayudar son los policías.
- ¿Y tú confías en los policías?
- No en todos pero tengo un buen amigo que nos puede ayudar. Emilio Martínez fue Comisario en la policía y tiene muchos contactos. Lo llamaré de inmediato.
- Buen día Emilio.
- Hola Roberto ¿Cómo estás?
- Mal, acaban de secuestrar a mi padre.
- ¿Estás seguro?
- Mi madre acaba de recibir una llamada al respecto. Yo le dije que debíamos avisar a la policía, pero ella no quiere, porque le dijeron que no lo hiciese.
- Siempre lo dicen, pero es necesario. Tengo un amigo en la unidad antisecuestros. Fue mi alumno y es un muchacho brillante.
- ¿Confías en él?
- Plenamente.
- De acuerdo.
- Mándame la dirección donde estás, voy para allá.
Al poco tiempo llegó el Comisario Emilio Martínez. Tenía varios años retirado, pero no había perdido el estilo y sus habilidades. Para la señora Carmela fue, después de todo, un alivio. La seguridad del Comisario Martíinez le inspiraba una gran confianza y volvió a creer que vería a su marido. Le contó todo, lo poco que podía, en realidad no era mucho y en principio la acción primordial del Comisario Martínez era calmarla para ayudarla a recordar cada mínimo detalle. Minutos después fueron interrumpidos por el timbre. Martínez se dirigió rápidamente a la puerta y abrió diciendo:
- Gracias por venir tan rápido Sarmiento.
- Por usted profesor, lo que sea.
- Bueno Sarmiento te voy a poner al tanto de lo sucedido. La familia tiene miedo porque no confían en la policía, tú sabes que las instituciones han tenido muchos problemas últimamente, pero yo confío en ti.
- Muchas gracias profesor tenga por seguro que no lo defraudaré.
- Comencemos, por ponerte al tanto, aunque no es mucho lo que sabemos. - En pocas palabras Sarmiento se enteró de los detalles, entonces Martínez dijo - tenemos que empezar el operativo, debemos investigar muy discretamente. Tu sabes de esto, porque fuiste mi alumno estrella.
- No se preocupe profesor tengo algunos detectives que son excelentes. Voy a mandar a intervenir todos los teléfonos y a investigar el sitio del suceso. Necesitamos saber a qué hora salió el señor Andrade, a qué hora se recibió la llamada, cuál es su ruta.
Sarmiento puso en acción a su equipo. Los Detectives Flores y Garrido recorrieron en una moto, la ruta por la que el señor Andrade debía haber transitado y las calles aledañas para tratar de conseguir información y tratar de ubicar el vehículo. El Detective Noguera se encargó de pinchar todos los teléfonos
Hecho esto, Martínez le preguntó a Roberto
- ¿Tienen capacidad para pagar el rescate?
- Es muy difícil, pero sí podríamos conseguir una buena parte. Habrá que pedir unos cuantos favores pero podríamos conseguir no sé si todo pero sí una cantidad sustancial.
- Muy bien, ponte en eso. Lo fundamental es rescatar a tu padre. Nosotros siempre queremos atrapar a los secuestradores, pero lo fundamental es la vida de la víctima
Roberto se encargó de eso rápidamente, buscando lo que tenían disponible y pidiéndole a todos sus amigos, inventándole a todos un cuento medianamente creíble, que en realidad muchos no creyeron, pero pudieron captar la preocupación en la voz de Roberto y comprendieron que algo grave pasaba y debían ayudar. Al final habían conseguido casi todo el dinero. Repentinamente sonó el teléfono. Martínez le dijo a la Sra Andrade - Atienda normalmente, haga como si no hubiese nadie con usted. Sarmiento activó el sistema de escucha y pudieron seguir toda la conversación.
- Aló.
- Sra. Andrade, confiamos en que usted ya nos tendrá buenas noticias, porque queremos enviarle a su marido a la brevedad, no somos tan malos, lo que queremos es el dinero y con eso usted podrá tener a su marido de una vez. Dígame ¿Tiene el dinero?
- Conseguí solamente 42.000 dólares, no es fácil conseguir tanto dinero en tan poco tiempo, tuvimos que apelar a amigos, conocidos, todo lo que había.
- Señora 50.000 son 50.000.
Pero ya Martínez había aleccionado a la señora Andrade y ella le respondió:
- Sí, pero usted sabe, porque usted conoce su negocio, que no es tan fácil. Esto lo tengo y lo tengo ya, me imagino que usted quiere su dinero tanto como yo quiero a mi marido de regreso. Si hubiese conseguido los 50.000 le tendrían 50.000, porque por 8.000 dólares yo no voy a perder a mi marido.
- Bien, oiga con cuidado las instrucciones para entregarnos el dinero. Lo va a dejar en un bolso de tela azul, detrás de los contenedores de basura que están en el cruce de la avenida Ávila y la calle Orinoco. Cuando tengamos el dinero y lo hayamos contado, le daremos un billete a su marido para que pague un taxi hasta la casa.
- No voy a ir yo va a ir mi hijo, usted comprenderá yo soy una señora mayor.
- Sí, su hijo Roberto, ya su marido nos habló de él. No hay problema, eso suele ser así. El camión recogedor de la basura, pasa entre seis y siete de la mañana. Para evitar accidentes, deben dejar el bolso a las ocho en punto de la mañana. Que su hijo deje el bolso y se vaya de inmediato, porque si se queda por ahí viendo, usted no va a ver ni a su marido ni a Roberto.
- De acuerdo así lo haremos.
Sarmiento le explicó el procedimiento a Roberto, quién preguntó - ¿Voy a llevar un micrófono o una cámara?
- No, en absoluto, eso no se hace y no hace falta, no te preocupes.
- ¿Cómo van a hacer?
Entonces Sarmiento sacó un maletín bastante grande, de metal, lo abrió y se los mostró. Roberto dijo - ¿Qué es eso? parece un dron.
- Efectivamente es un dron. Lo usamos para estos casos, no necesitamos tener a nadie cerca vigilando. Podemos estar a algunos cientos de metros, este dron puede elevarse a más de 200 m sobre la calle y nadie lo va a buscar en el cielo. - Luego miró a Roberto muy seriamente y le dijo - Recuerda deja la bolsa y te vas. Olvídate de todo, nosotros estamos vigilando con el dron, tú tienes que irte, no queremos que te arriesgues.
A la hora apropiada, Roberto salió con la bolsa. Se dirigió rápidamente en su auto al sitio donde había que entregar el rescate, lo colocó detrás de los contenedores de basura y aunque le habían dicho que se fuera rápidamente, no pudo evitar mirar a su alrededor y elevar una oración para que su padre llegase pronto a casa. Entonces se fue.
Mientras tanto, a un par de cientos de metros, estaban Flores y Garrido esperando, con el dron ya volando muy alto y supervisando el sitio. Al poco tiempo llegó un motorizado que se detuvo junto a los contenedores. El individuo tenía un suéter azul y un casco común y corriente. Se agachó detrás del contenedor y agarró la bolsa.
Los detectives arrancaron en la moto. Garrido controlaba el dron y daba las indicaciones a Flores, quién manejaba la moto. No necesitaban acercarse, el dron impediría que perdiesen al secuestrador, de esta manera tendrían la ventaja de no poder ser vistos, y por tanto, no serían detectados.
El motorizado circulaba a una velocidad moderada, estaba pendiente por si acaso lo seguían pero no quería llamar la atención y la mejor forma era no huir, sino circular naturalmente. Cuando iba pasando frente a la comisaría de la Policía Nacional de la calle La Cañada, se detuvo en todo el frente, se bajó de la moto y entró, muy naturalmente.
Los detectives están indignados, el secuestrador era policía. Mantuvieron la vigilancia con el dron sobre la motocicleta. El conductor podía cambiarse el suéter pero el vehículo se mantendría ahí. Avisaron a Sarmiento quien le indicó a Noguera que pasase por el sitio y tomase nota de las placas de la moto. No quería que Flores y Garrido se moviesen de su posición, por si acaso la moto se movía y no perderla en el precioso tiempo que necesitarían para ponerse en acción nuevamente. Al tener este dato, Sarmiento solicitó información de las mismas y confirmó su sospechas. La motocicleta era de la Policía Nacional. Los secuestradores, eran policías.
Sarmiento se dirigió al despacho del Fiscal Duarte, con el que había trabajado varios casos, estableciéndose entre ambos el respeto de reconocer el profesionalismo y la capacidad del otro y le dio toda la información. Este autorizó el uso de la fuerza de intervención del grupo antisecuestro para tomar la comisaría.
El Fiscal Duarte ingresó a la comisaría, se identificó en el mostrador e hizo una seña. Para sorpresa de todos los que estaban en la comisaría, rápidamente ingresaron Sarmiento, sus tres detectives y diez hombres de la fuerza de intervención. El Fiscal ordenó a los funcionarios de la Policía Nacional que ninguno se moviese y mantuviesen las manos a la vista.
Los efectivos de la unidad de intervención penetraron rápidamente la comisaría inspeccionando todos los rincones. Sarmiento, los detectives y el fiscal procedieron a inspeccionar los calabozos y requirieron la lista de todos los reclusos. Los primeros calabozos estaban abarrotados, pero al final del pasillo, después de unos calabozos vacíos, supuestamente por deterioro, había un pequeño calabozo, donde estaba una persona que claramente no tenía el aspecto de ser un delincuente encarcelado.
Duarte y Sarmiento lo miraron, el hombre los miró con cara muy atemorizada y Sarmiento dijo - Señor Andrade.
El hombre lo miró sin saber si debía alegrarse o aterrarse. Enseguida Sarmiento comprendió la situación y le dijo -Sr Andrade, vinimos a liberarlo soy el Inspector Sarmiento de la división antisecuestros, su esposa lo está esperando.
Con esta palabras volvió el color al rostro del señor Andrade quién se levantó, pero no pudo tenerse de pie y cayó. Entre Duarte y Sarmiento lo levantaron y lo llevaron a la entrada de la comisaría.
Mientras tanto, los funcionarios de la unidad de intervención desarmaban a todos los funcionarios de la Policía Nacional que se encontraban presentes. Cuando entraron a la oficina del Comisario, éste gritó y amenazó a los funcionarios de la división antisecuestros, pero el fusil del comando y la pistola de Garrido le mostraron que lo más sensato era quedarse tranquilo y aceptar la derrota.
Garrido procedió a inspeccionar la oficina y encontró la bolsa azul con 42.000 dólares. La tomó y le dijo - “Comisario usted es un hijo de puta que nos deshonra a todos los policías. Mi mejor amigo murió hace tres meses rescatando a un secuestrado y mientras tanto usted es un secuestrador”. - Sin ninguna consideración, lo estrelló contra la pared y le puso las esposas.
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